Habrá un cambio de guardia en el Banco de Japón a finales de este mes, cuando el gobernador Masaaki Shirakawa termine su mandato el 19 de marzo. Un elemento central de la campaña electoral del primer ministro Shinzo Abe fue el impulsar la demanda económica por todos los medios que fuesen necesarios. Incluso se sugirió que el Banco de Japón debería imprimir dinero sin límites si eso era lo que se necesita para hacer las cosas por buen camino. Si bien esto fue probablemente pura retórica, está claro que el nuevo gobierno quiere que el Banco de Japón lleve una postura más agresiva que la que tuvo el actual gobernador.
El presidente del Gobierno ha nombrado a Haruhiko Kuroda como el próximo jefe del Banco de Japón pesar de que su nombramiento necesita la aprobación del parlamento japonés. El Sr. Kuroda se desempeña actualmente como presidente del Banco Asiático de Desarrollo. A instancias de la nueva administración, el Banco de Japón ha propuesto que la meta de inflación debería aumentar al 2%, como mecanismo para poner fin a la deflación y avivar la demanda interna. Es evidente que el señor Kuroda apoya esta doctrina: "Si soy elegido como gobernador del Banco de Japón, creo que será mi deber más importante garantizar la estabilidad de los precios a la brevedad posible”, dijo a la audiencia de confirmación parlamentaria. También sugirió que el Banco de Japón aumentaría sus actividades de compra de activos y también invertiría en bonos del Estado a largo plazo bajo su liderazgo. La compra de bonos del Estado a largo plazo generaría mayor demanda de los mismos, lo que debería mantener los costos de endeudamiento hacia abajo. Japón tiene la mayor carga de la deuda en el mundo.
El mercado de valores de Japón ha reaccionado favorablemente el nombramiento del Sr. Kuroda y ha alcanzado un nuevo récord para este año. Es probable que sea una política fiscal más flexible que debilitaría aún más al yen lo que beneficiaría a Japón, haciendo que sus exportaciones sean más competitivas en los mercados importadores. También tiene la ventaja de que los ingresos de divisas realizadas en el extranjero valen más yenes cuando son repatriados, lo que podría proporcionar más fondos para la expansión de Japón.