Los jefes de las más 20 economías más importantes del mundo (G20) se han reunido en Los Cabos, México y la actual crisis de deuda soberana europea ha estado a la cabeza de la agenda. Los líderes al menos lograron esquivar una bala cuando el electorado griego eligió por estrecho margen al partido pro-rescate (Nueva Democracia) para formar el próximo gobierno. Si Syriza hubiera salido victorioso, entonces la posibilidad de que Grecia se hubiera visto obligada a abandonar el euro - por razones políticas más que económicas - habría sido muy probable.
Como es habitual aparentemente para estos eventos, no han surgido planes concretos y de rápidos resultados para llevar a la crisis de la Eurozona a su fin, evitar el problema de la deuda soberana o poner en marcha la economía mundial y generar empleo significativo. Sin embargo, hemos tenido una línea muy agradable en la retórica de apoyo. Al hablar al final de la reunión, el presidente Obama acaba de pronunciar una débil garantía: "Lo que he escuchado de los líderes europeos durante estos debates, es que ellos entienden lo que está en juego, ellos entienden por qué es importante para ellos tomar medidas audaces y decisivas y confío en que puedan cumplir con esas pruebas”. Bueno, eso está bien entonces. Es bueno saber que nuestros líderes al menos entienden una crisis que está perjudicando a mucha gente en todo el mundo.
El problema no reside en las convicciones de nuestra elite política de que todo estará bien al final y que, luego de más de dos años tormentosos, los líderes europeos han finalmente entendido la gravedad de la crisis. El problema radica en la restauración de la confianza a los mercados de tal manera que los inversores crean que tienen una buena oportunidad de ganar dinero en lugar de perderlo. Medidas claras, con decisión y lógica deben tomarse, respaldadas con voluntad política que convenzan al capital global que es el momento adecuado para volver a los mercados, recoger algunas gangas e invertir en la prosperidad futura. Los mercados han estado muy poco impresionados por más de dos años de la retórica sobre la crisis de la deuda soberana - ahora es el momento de acciones concretas.