La Reserva Federal ha dejado la puerta abierta a una mayor flexibilización cuantitativa en el futuro, pero está claro que esta medida no está prevista para un futuro inmediato. Para ponerlo en términos un tanto peyorativos, la flexibilización cuantitativa consiste en que el banco central en cuestión aumente de la oferta de dinero en circulación, en esencia, imprimiendo más. Este dinero es entregado a instituciones financieras para comprar los activos del Estado y la comisión que reciban supuestamente sirve para alimentar la economía, mejorando la liquidez. Desde la perspectiva de los mercados de divisas, un movimiento así hace que la moneda en cuestión tenga menor valor y caiga así el tipo de cambio.
Teniendo en cuenta que el valor del dólar (desde una perspectiva QE) es probable que se mantenga fuerte en las próximas semanas y que la crisis de la deuda soberana siga su curso, la ausencia de un movimiento de la Fed ha puesto presión sobre el euro, que ha caído a un mínimo de dos años frente al dólar. La situación se vio agravada por la decisión del Banco Central Europeo de recortar las tasas de interés en un intento por estimular la economía de la eurozona. La tasa se redujo de 1 a 0,75% recientemente; se pretende que sea más barato para las empresas la obtención de préstamos (a pesar de que los bancos están reacios a prestar en la actualidad). Si bien esto puede ser considerado como una buena noticia para la economía europea, ya que la inflación está bajo control, significa que los inversionistas de divisas que sostienen euros verán pobres rendimientos de sus activos en términos de interés de depósito.
El dólar tiene ahora un valor aproximado al que tenía cuando la zona del euro estaba enfrentándose al primer plan de rescate griego. El dólar se ha incrementado en un 13% desde hace un año contra el euro. Las cifras comparables para el yen y la libra esterlina son, respectivamente, 13,2 y 10,7%. En el lado positivo de la moneda única, las exportaciones son más atractivas debido a la caída en el valor del euro.