Un imperativo en la política del Gobierno Japonés es estimular la demanda económica nacional y poner fin a los años de deflación que han perseguido a la economía japonesa. La deflación reduce la demanda interna, ya que los consumidores saben que el precio de un artículo probablemente sea menor en el futuro y por lo tanto retrasan sus adquisiciones el tiempo que sea posible para beneficiarse de los precios más baratos en el tiempo. En este contexto los empleadores son reacios a aumentar los salarios, lo que restringe la oferta de dinero en la economía para la demanda de combustible, creando un círculo vicioso. El Banco de Japón está tratando de impulsar la inflación en la economía japonesa hasta un 2%, lo que coincide con el nivel de inflación objetivo en la mayoría de las grandes economías.
Las políticas gubernamentales han presionado al Banco de Japón a fortalecer su política monetaria acomodaticia y como consecuencia el precio del yen se ha reducido significativamente frente a otras monedas con respecto al año pasado. Esto había comenzado a sentirse en el aumento de la demanda de exportaciones japonesas, lo cual debería impulsar el crecimiento de la economía; sin embargo, los datos que se acaban de publicar muestran un bache en el camino.
La producción industrial de Japón cayó un 3,3% en junio frente a la cifra de mayo, lo que supone un descenso interanual del 4,8%. Igualmente, el gasto familiar cayó un 0,4% sobre la cifra de junio de 2012, decepcionando a los analistas que esperaban un crecimiento de alrededor del 1%. El escenario indica un retroceso en lugar del comienzo de una tendencia, pero a pesar de ello las proyecciones para la fabricación en julio se ven fuertes. El tiempo lo dirá. Sin embargo, los datos ponen de relieve los problemas que enfrenta el Primer Ministro Shinzo Abe mientras intenta reformar la tercera mayor economía del mundo.