Japón ha registrado para 2013 una cifra récord en el déficit comercial. Una directa, aunque posiblemente no intencional, consecuencia de "Abeomics" (la política impuesta por el Primer Ministro Abe), ha sido la devaluación del yen frente a otras divisas importantes, en particular el dólar de EE.UU. Japón no tiene reservas de combustibles fósiles de las que hablar, y por lo tanto tiene que importar los combustibles fósiles necesarios para compensar el déficit de generación eléctrica causada por la suspensión de actividad de su capacidad nuclear. Estas materias primas se cotizan en dólares y por lo tanto se han encarecido por la depreciación del yen. Como consecuencia de esto, Japón tiene ahora su peor déficit comercial anual con las importaciones costándole al país $ 115 billones más que el valor de los bienes que exporta. Por supuesto, la situación de la energía por sí sola no es responsable de la diferencia, pero sí constituye el componente principal de la misma. La capacidad de generación nuclear de Japón podría restaurarse rápidamente, pero el problema es más político que técnico.
Remontándonos a 2011, lo que llama la atención del accidente de la central nuclear de Fukushima es que, en última instancia, fue error humano. Los japoneses saben que sus islas se sientan en el Anillo de Fuego del Pacífico, un límite de placa tectónica, y en consecuencia de que están en riesgo de devastadores terremotos y tsunamis. Construyeron Fukushima para resistir una ola de tsunami de 10 metros -al final, el tsunami que golpeó en marzo de 2011 fue significativamente más alto que esto (14m)-. La planta resistió el asalto violento de la naturaleza y las únicas víctimas mortales de la planta en ese día perdieron la vida por ahogamiento. La fuga nuclear que golpeó en los días posteriores al cataclismo fue resultado de la incapacidad del operador del equipo para mantener las bombas de refrigeración del reactor funcionando al permitir que se ejecuten sin diesel.
Japón, más que la mayoría, tiene razones para vivir con el temor del potencial poder destructivo de una reacción nuclear en cadena desenfrenada, ya que en el período inmediatamente posterior a la catástrofe, toda la capacidad de generación nuclear de la nación (que proporciona 30% de la electricidad del país) fue desconectado para controles de seguridad. Actualmente, debido a consideraciones políticas, todos los reactores de Japón están apagados, pero la necesidad de la nación por energía es más grande que nunca.