La agitación política reciente en Ucrania que ha visto manifestaciones en las calles con hasta 80 personas muertas a tiros por un francotirador, presumiblemente por órdenes oficiales ha tenido repercusiones en Rusia. La crisis ha culminado, al menos por ahora, con la expulsión del poder del Presidente Viktor Yanukovich después de la insurrección popular y la decisión del Parlamento de Ucrania de nombrar un presidente interino. Yanukovich se ha refugiado en Rusia y acusó a sus rivales de llevar a cabo un golpe de Estado.
Rusia tiene estrechos vínculos con la República Autónoma de Crimea, donde la mayoría de la población es de origen ruso, con el ruso como su lengua materna. Crimea es el hogar de una gran base militar rusa que se remonta a los días de la antigua Unión Soviética: se considera como estratégica para Rusia. Un posible conflicto militar es una amenaza, pero ambas partes parecen estar tratando de evitar una mayor confrontación.
El conflicto se inició cuando los manifestantes reaccionaron airadamente ante la decisión del Presidente Yanukovch de darle la espalda a las negociaciones en pro de la integración de Ucrania a la Unión Europea, cediendo ante las amenazas rusas de elevar el costo del gas natural si se daba el acuerdo (el cual era avalado por Estados Unidos). Los rusos se han apresuraron a enviar tropas a Crimea para proteger a los rusos étnicos de lo que han llamado elementos neofascistas -la presencia de las fuerzas rusas es, oficialmente, para proteger los derechos humanos de las personas de etnia rusa-.
La respuesta de occidente ha sido de instar a la calma y deplorar las acciones rusas, sugiriendo que cualquier aventura rusa en Ucrania podría desencadenar una respuesta económica -en vez de una militar-. La crisis ya ha impulsado el rublo a mínimos históricos frente al euro (Rusia hace el 41% de su comercio con la UE) y el dólar, que se situó en el 36,5 rublos por dólar y 50,3 rublos frente al euro. Los mercados reaccionaron mal ante la crisis, pero han recuperado algunas pérdidas tempranas.