Desde que asumió sus funciones, el Primer Ministro Shinzo Abe ha puesto como primera prioridad de su administración la lucha contra la deflación. El Banco de Japón (BOJ) ha continuado con estímulos y una política monetaria flexible con el objetivo de impulsar la economía de Japón y generar un nivel bajo de inflación. El objetivo del banco es una inflación del 2%.
En abril, un aumento del impuesto a las ventas del 5% al 8% empezó a regir. El objetivo de la subida fue aumentar los ingresos del gobierno para hacer frente –en parte- al déficit por los costos de la seguridad social asociados al envejecimiento de la población. Como resultado de la subida del impuesto, Japón ha registrado una inflación del 3.2& en abril. Este es el primer aumento de dicho indicador que el país registra en 23 años. Sin embargo, el aumento del impuesto ha traído consigo una caída en las ventas en abril, las cuales se situaron en un 4.4% menos que el mismo período del año pasado. Esto se debió en gran parte a que la población adelantó sus compras para evitar el mayor pago de impuestos.
La economía japonesa ha venido luchando contra la deflación por los últimos 20 años. Mientras que, a simple vista, un país donde los precios bajan constantemente puede parecer un paraíso para los compradores, la deflación tiene un efecto negativo en la economía. Los consumidores retrasan compras importantes ya que saben que los productos serán más baratos en un futuro. Esto debilita la demanda interna, que es el mayor propulsor de la mayoría de economías en el mundo.
El tiempo dirá si el aumento del impuesto a las ventas generará una disminución de la demanda interna, tal como algunos piensan, o si será asimilada por los consumidores ayudando a instaurar el elemento inflación en la economía japonesa.