El principal objetivo del programa económico del Primer Ministro de Japón, Shinzo abe, es revertir los casi veinte años de deflación en el país, creando un modesto nivel de inflación (la meta es 2%) y hacer que la economía vuelva a crecer. Japón se enfrenta a una bomba de tiempo demográfica ya que la tasa de natalidad es muy baja y muchos trabajadores japoneses se jubilarán (la generación del baby boom), generando presión en los presupuestos de la seguridad social. Esto significa que el erario público se enfrenta a una reducción de los ingresos (a medida que la fuerza de trabajo se reduce) y un aumento en los costos (más pensiones e incremento en los costos de salud y servicios sociales).
A fin de poder enfrentar aunque sea parcialmente estos retos, el gobierno decretó un aumento del impuesto a las ventas hasta el 5% en el mes de abril. La medida generó una oleada de gastos en marzo, ya que la gente compraba bienes buscando adelantarse a la subida del impuesto. Los analistas creen que el nivel real de la inflación, excluyendo el movimiento de marzo, se sitúa en el 1,3%. Debido a que el consumo interno representa el 60% de la producción económica de Japón, las ventas minoristas representan un componente crítico de la economía. En junio, las ventas minoristas han caído un 0,6% con respecto a la cifra de junio de 2013, pero los datos de julio mostraron un modesto aumento de 0,5%. Sin embargo, los analistas esperan que Japón vuelva a crecer en el tercer trimestre con estimaciones de un 2.5%. Un segundo aumento del el impuesto a las ventas está programado para octubre del próximo año, empujándolo hasta la marca del 10%.
Los salarios crecieron para algunos trabajadores en julio, con el pago de los bonos de verano que empujaron los sueldos en un 7.1% con respecto al nivel de julio de 2013. Si bien no se espera que el salario base aumente de manera importante, el aumento debería ser suficiente para empujar a los consumidores a aumentar sus gastos.