Por: Dr. Mike Campbell
La actual crisis griega se originó por el fracaso del gobierno anterior en lograr que su candidato a la presidencia obtuviera aprobación dentro de los permitidos tres intentos. El punto muerto en diciembre provocó la convocatoria a elecciones en enero, las cuales vieron el triunfo de Syriza, una coalición radical de izquierda, que se convirtió en el mayor bloque en el parlamento ganándose el derecho a formar un gobierno. Ellos llegaron al poder con la promesa de poner fin y revertir las medidas de austeridad, devolver la dignidad al pueblo griego y poner fin a la "crisis humanitaria", las privatizaciones y eliminar la mitad de la deuda de la nación (a costa del resto de los ciudadanos de la Zona Euro). Estas promesas fueron comprensiblemente populares en Grecia y mucho menos para otros gobiernos de la Eurozona y el FMI.
Desde febrero, el actual gobierno griego ha estado tratando de presentar propuestas viables (a los ojos de sus acreedores) que permitirían a Grecia a cumplir con sus obligaciones financieras sin violar su mandato popular. Los temas de "reparaciones de guerra por parte de Alemania" y condonación de la deuda han quedado en el camino, ya que Grecia pretende obtener el tramo final del dinero de rescate del FMI/UE, que debe recibir por la noche del martes 30 de junio para evitar una cesación de pagos. Incluso si a Grecia se le otorga el dinero, es casi seguro que necesitará un nuevo préstamo que ayude a la nación a permanecer a flote mientras que se recupera la confianza de los mercados en la administración de Syriza.
El principal obstáculo en este momento parece ser que, mientras que los griegos han cedido terreno (un poco) en el tema del impuesto a las ventas y están proponiendo que los ricos paguen más impuestos, los acreedores quieren ver un mayor ahorro en el gasto público. Dado que Grecia tiene una muy mala reputación por no gravar efectivamente los ingresos de su gente y que los ricos suelen tener las mejores condiciones para albergar su riqueza y explotar todos los medios legales para evitar la responsabilidad fiscal, no es sorprendente que los acreedores presionen con este tema. En esta situación, la cesación de pagos es cada vez más probable.
Si Grecia cae en el incumplimiento, nos adentramos en aguas desconocidas. Según las leyes vigentes el país debería ser separado del euro (a menos que se produzca un acuerdo que modifique las reglas actuales). Eso es problemático, ya que se suponía que la idea de unirse al euro sería algo permanente y un "Grexit" (o salida de Grecia) podría socavar la confianza en la moneda común. Sospecho que esto no sucederá. Los acreedores han mostrado una enorme moderación en el trato con Grecia y han sido claros desde el principio en que harán lo necesario para ayudar a que el país permanezca en el euro. En esencia, lo que podría suceder es que Grecia abandone el euro, si no está dispuesta a hacer lo que debe para permanecer –un contexto completamente diferente-.
Actualmente, el PIB griego contribuye en una cincuentava parte del valor de la economía total de la Eurozona. Luego de haber capeado el temporal de la crisis financiera mundial, la Zona Euro no tambaleará si Grecia la abandona. El pueblo griego necesita al euro mucho más que la Zona Euro necesita a Grecia. Vale la pena señalar que, incluso en el apogeo de su popularidad, Syriza (y la mayoría de los ciudadanos griegos) opinaba que deseaba que la nación a permanezca en el euro. La insistencia en que los demás deben cubrir la deuda soberana griega está poniendo esto en un enorme riesgo.