Un estado-nación debe siempre balancear sus libros. Esto significa que cualquier discrepancia entre lo que la nación recibe en impuestos (o alguna otra forma de ingresos) y lo que gasta debe ser cubierta a través de la obtención de préstamos en los mercados mundiales. Esto se hace usualmente a través de la emisión de bonos los cuales pueden ser redimidos por su valor nominal o se puede ganar un interés cuando este expire. Esta discrepancia se conoce como el déficit de la cuenta corriente y el cúmulo de estas deudas a través del tiempo es llamado deuda pública. Hasta el día de hoy los distintos gobiernos británicos han acumulado una deuda total de £2.18 trillones de libras. ¡De acuerdo con el nationaldebtclock.co.uk esta crece a una tasa de £5170 libras por segundo! La deuda nacional cuesta aproximadamente £48 billones anuales en intereses; este es el equivalente de al rededor del 4% del producto interno bruto (y al rededor del 8% de los ingresos tributarios).
Respecto a la caída de la deuda nacional, el hecho de que el nivel de endeudamiento público del Reino Unido haya caído a un mínimo de 17 años es difícilmente la causa de una felicidad desmesurada, pero es mejor que nada.
Durante el año fiscal 2018-2019, la deuda pública del Reino Unido llegó a £24.7 billones, £17.2 billones menos que el año anterior. Sin embargo, la oficina de responsabilidad fiscal anticipó una disminución más profunda en la deuda pública, siendo esta discrepancia atribuida a un gasto mayor en bienes y servicios por parte del gobierno.
Los datos de deuda nacional equivalen a aproximadamente 1.2% del producto interno bruto nacional. La cifra promedio histórica ha sido 2.45% desde 1948, pero el producto interno bruto como valor absoluto ha crecido de forma considerable durante este período. Durante la crisis financiera la deuda alcanzó un 10% del producto interno bruto.
Para poner los costos de pago de los intereses con el propósito de cumplir con las obligaciones de la deuda en perspectiva (£48 billones) se puede decir que es aproximadamente cuatro veces lo que paga el Reino Unido por ser miembro de la Unión Europea (sin considerar el reembolso de impuestos, el cual inflaría la cifra a un valor ocho veces mayor).