El último episodio de la crisis de deuda de Grecia ha reavivado las dudas sobre la supervivencia del euro en el largo plazo, especialmente en Londres, principal centro financiero de Europa y semillero de escepticismo sobre el euro.
El mayor riesgo de un incumplimiento y/o salida de Grecia llega justo cuando hay indicios de que la zona euro está cambiando después de siete años de crisis financiera y económica y que sus peligrosos desequilibrios internos pueden estar empezando a reducirse.
Para los escépticos, la elección de un gobierno de izquierda radical en Atenas, comprometido a desligarse del rescate de Grecia, se ve como el comienzo de una desintegración de la zona euro de 19 naciones, con los países del sur rebelándose contra la austeridad mientras que el principal pagador de la UE, Alemania, se rebela contra ayudas adicionales.
Un acuerdo de última hora para extender cuatro meses el rescate de Grecia después de muchas discusiones entre Atenas y Berlín hizo poco para aliviar los temores de que el eslabón más débil de la zona euro puede terminar incumpliendo sus obligaciones de pago para con sus acreedores europeos.
Los países que comparten una moneda única no pueden devaluarla cuando sus economías pierden competitividad, como ocurrió en el sur de Europa en la primera década de existencia del euro. No hay ningún mecanismo para grandes transferencias fiscales entre los Estados miembros.
Así que la única opción ha sido una “devaluación interna” por los países de la periferia de la zona euro, que incluye los salarios reales, los recortes del gasto público y de las pensiones y el desempleo masivo que han causado un profundo malestar social.
La austeridad ha alimentado las fuerzas radicales de protesta política y puede quedarse sin camino democrático - no sólo en Grecia - pero ninguna de las alternativas del dilema de la divergencia económica de la zona euro parece remotamente plausible.
Según un analista, “lo que es deseable para la zona euro puede no ser factible”.