China, alguna vez considerada la economía con más fuerza del mundo, vio su PIB caer una vez más en el tercer trimestre, desacelerando a su ritmo más lento desde la crisis financiera global y aumentando las preocupaciones sobre las perspectivas económicas mundiales.
La tasa de crecimiento en el tercer trimestre fue de solo el 6,9 por ciento, haciendo que las expectativas de llegar a un crecimiento objetivo anual del 7 por ciento se desmoronen como un naipe. Esta situación también aumenta las presiones sobre Beijing para promulgar medidas destinadas a incentivar el crecimiento.
Las inversiones en activos de renta fija descendieron al 10,3 por ciento en tasa anual en el periodo de enero a septiembre, nuevamente por debajo de las expectativas de los analistas.
Por otro lado, la producción industrial del gigante asiático también se desaceleró a un 5,7% en setiembre contra los pronósticos del 6% a tasa anual tras un alza de 6,1% en el mes anterior.
Sin embargo, aun con estas cifras China continúa creciendo a un ritmo que es envidiado por otras economías importantes.
Como primera potencia comercial del mundo, China es un motor clave de la economía global y las bolsas de valores de todo el mundo han sido golpeadas en las últimas semanas por las preocupaciones sobre el futuro de la nación.
La economía de China es casi el doble del tamaño de lo que era hace tan sólo seis años; es decir, aun en tasas de crecimiento más bajas sigue siendo un motor importante para el consumo y la producción mundial.
Sin embargo, la desaceleración ha sido más rápida de lo esperado por los dirigentes chinos, que tratan de reestructurar la economía inclinándola más a confiar en el gasto de consumo y servicios. Ese esfuerzo, que los economistas dicen que es clave para fomentar el crecimiento a largo plazo, se abre camino. Pero el apetito para la reforma de Pekín parece estar disminuyendo a medida que avanza para apuntalar la economía en el corto plazo.