Su salida el 31 de octubre le da a esta creciente legión de escépticos de países como Alemania, Francia y los Países Bajos la esperanza de cambiar el equilibrio de fuerzas en la cúpula del BCE bajo su nueva presidenta, Christine Lagarde. Como lo ha informado Reuters, durante la mayor parte de su mandato, Draghi pudo contar con su ayudante, Vitor Constancio, y con el economista jefe, Peter Praet, para apoyarle internamente y explicar su mensaje a los inversores. La mayor parte del Consejo de Gobierno siguió el ejemplo de un autorizado trío de economistas al frente de la institución, pero el 1 de noviembre, Philip Lane será el único economista en el Consejo Ejecutivo que respaldó las nuevas compras de bonos en la última reunión de políticas.
Según informe de Reuters, Draghi promovió la decisión de reanudar el mes pasado el programa de compra de bonos por valor de 2,6 billones de euros del BCE, a pesar de la oposición de más de un tercio de los 25 miembros del Consejo de Gobierno. La francesa Lagarde trabajará con un nuevo Comité Ejecutivo, el equipo de seis personas que prepara las reuniones del Consejo de Gobierno y pone en práctica la política monetaria. Es probable que la primera gran prueba se produzca el próximo año, cuando el BCE se acerque al límite de poseer más de un tercio de la deuda en circulación de Alemania en el marco de su programa de expansión cuantitativa. Lagarde, que ha trabajado en la política como su segundo, Luis de Guindos, ha dado un tono equilibrado, diciendo que la política relajada era necesaria pero también que tenía efectos secundarios que necesitaban ser monitorizados.
Los ministros de la zona euro comenzarán a seleccionar al sucesor de Lautenschlaeger la próxima semana y quieren tener un nuevo miembro en el Consejo Ejecutivo en enero. El apretado plazo sugiere que es posible que Berlín ya tenga a alguien en mente. Estas decisiones podrían resultar cruciales cuando la nueva presidenta cumpla su promesa de revisar la estrategia y los instrumentos de la política monetaria del BCE. Una iniciativa de tal envergadura podría incluso llevar al banco a redefinir su objetivo de inflación, que ahora es inferior al 2%, aunque próximo a éste.
Se supone que los miembros del Consejo tienen en mente el bien de la zona euro en su conjunto, pero son propuestos por sus Gobiernos nacionales y sus opiniones se ven teñidas a veces por intereses nacionales, como favorecer la compra de bonos y los bajos tipos de interés cuando el Gobierno se encuentra en una situación de mayor endeudamiento, pero es probable que Alemania también reclame una parte de las carteras de Coeure, y Lagarde podría dividir o combinar responsabilidades entre los miembros del Consejo a su antojo.